Todos los hombres y los animales de la tribu azteca ya sabían que el Dios Quetzalcóatl es una serpiente verde bien grande que tiene plumas en su cabeza, pero en esta ocasión, el Dios se encontraba en el cuerpo de un hombre para poder realizar todo el extenso camino que deseaba hacer por la gran selva, allí es donde hizo muchas cosas que lo cansaron y luego se sentó en una roca para poder descansar, pero también para admirar a la luna anaranjada que era enorme y que estaba totalmente lisa, con estrellas a su alrededor y ni siquiera una nube.
En el descanso de Quetzalcóatl llegó un hermoso conejito que se paseaba por el lugar y que se encontraba muy contento mientras comía un poco de yuyos que encontró en el camino, le ofreció al hombre un poco de su comida porque lo vio agotado y con mucha hambre, pero el hombre contestó que las personas no comían de esas plantas, por eso es que no sabía que hacer el conejo para poder ayudarlo, le dijo también que si no comía pronto se moriría de hambre seguramente.
En ese mismo momento es que el conejo lo miró muy convencido y le sugirió que se lo comiera a él para satisfacer su hambre y no morir, pero como muestra de amor y bondad más grande no se ha visto, el Dios Quetzalcóatl le dijo y prometió que todos los hombres que están y los que vengan, siempre que miren a la luna mirarían la figura de este conejo tan bueno que se había ofrecido en sacrificio para el Dios. Allí lo subió bien alto y plasmó su figura en la luna, esta puede verse cuando la luna está llena y no hay nubes que la tapen. Así es como Quetzalcóatl cumplió su promesa para el amable conejo que prefirió servirle antes que su propia vida. Es aqui cuando empieza la leyenda del conejo en la luna.